Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

viernes, 1 de marzo de 2013

Misa de acción de gracia por el pontificado del papa Benedicto XVI. Homilia del obispo de Santiago Ricardo Ezzati


La solemne misa fue presidida por monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago; y concelebrada por monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago; monseñor Juan Barros, Obispo Castrense; monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico; monseñor Patricio Infante, Arzobispo Emérito de Antofagasta; monseñor Juan Luis Ysern, Obispo Emérito de Ancud, además de todo el clero de Santiago, vicarios, sacerdotes y diáconos. 



















Catedral Metropolitana de Santiago
Celebración Eucarística
Agradecimiento por el ministerio petrino del Papa Benedicto XVI




Un sencillo y humilde trabajador en la Viña del Señor
Homilía de Mons. Ricardo Ezzati A
Arzobispo de Santiago



Señor Nuncio Apostólico,
Hermanos Obispos de la Iglesia Católica y de Iglesias hermanas,
Autoridades que nos acompañan,
Miembros del Cuerpo Diplomático,
Sacerdotes, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, hermanos y hermanas en el Señor,


En comunión de fe y gratitud

Como Pueblo de Dios que peregrina en Santiago, nuestro pensamiento, afecto y oración se dirigen a la Sede del Sucesor de Pedro, donde Benedicto XVI está por culminar su servicio apostólico de Obispo de Roma y Pastor Universal de la Iglesia. A través de los Medios de Comunicación Social, hemos sido testigos de las multitudinarias expresiones de simpatía y de afecto al Papa, del aprecio generalizado por su gesto honesto y transparente, diría profético y de hondo amor a Jesucristo y a la Iglesia. También nuestra comunidad eclesial vive este momento histórico con particular emoción y  ¿por qué no decirlo?, asombrados por un gesto tan humilde y, a la vez, tan lleno de fe y confianza. Desde el anuncio hecho por el mismo Papa, el pasado 11 de febrero, el tiempo, la reflexión y especialmente la oración, han ido llenado de verdad y de gratitud su gesto de fe en Dios y de amor a la Iglesia: “No he bajado de la cruz, sigo de un nuevo modo junto al Señor Crucificado… También en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”. Aquí está la motivación más pura de su determinación y aquí se encuentra también el motivo de nuestra gratitud filial y de nuestra confianza.  Como comunidad eclesial de Santiago, en comunión de oración, damos gracias a Dios por un ministerio tan rico de gracia, mientras deseamos recoger los estímulos de esperanza que nos deja como herencia.

Nuestro agradecimiento quiere llegar a quienes nos acompañan en esta celebración: a las autoridades civiles y militares, al Cuerpo diplomático presente, a los sacerdotes, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, a quienes compartiendo la misma fe en Jesucristo lo siguen en comunidades diversas, a los comunicadores sociales y a quienes representan variadas organizaciones sociales de nuestra ciudad. Gracias, muchas gracias por su presencia. Un gracias a todas las comunidades cristianas de parroquias, capillas, movimientos, colegios y universidades... El Señor Buen Pastor los llene de gozo y de esperanza.

+En torno a la Palabra de Dios

Las lecturas bíblicas que hemos escuchado, propias del jueves de la segunda semana de Cuaresma, hablan de bienaventuranza y de desdicha; del camino para alcanzar la felicidad y del camino que conduce a la muerte: “Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza. Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne mientras su corazón se aparta del Señor”…  “Hijo mío, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio recibió males”. El salmo responsorial  robustece aún más esta verdad con una imagen cercana a nuestra experiencia humana: él que confía en el Señor “es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo y cuyas hojas nunca se marchitan”…  Pero, “No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento…;  el camino de los malvados termina mal…”
La opción fundamental de la vida del cristiano, ha escrito Benedicto XVI en la Encíclica Deus Caritas, hunde sus raíces en la experiencia del encuentro con el amor de Dios. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro  con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva.”(DC 1).

“Creer –nos ha dicho en estos días- no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios, y así, en silencio, escuchar la Palabra, percibir el Amor.”(26.02.2013).

“En este sentido, -escribía en “Spe Salvi”-, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida. La verdadera, la gran esperanza del hombre, que resiste a pesar de todas las desilusiones, solo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y nos sigue amando hasta el extremo, hasta el total cumplimiento.”(SS 27).

Y, visitando el Continente Latinoamericano, en Aparecida, advertía: “Excluir a Dios del horizonte de la vida, solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas.” (12.5. 2007)

Bendito el hombre que confía en el Señor…

“En este momento – decía Benedicto XVI al iniciar solemnemente su Pontificado- en este momento hay en mi una gran confianza, porque sé, todos nosotros sabemos, que la Palabra de la Verdad del Evangelio, es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, lleva fruto adonde quiera que la Comunidad de los creyentes lo escucha, y acoge la gracia de Dios en la verdad y la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría” (24 4.2005).

Bendito el hombre que confía en el Señor…

“Sí,  -proclamaba en la misma ocasión-, sí la Iglesia está viva. Esta es la maravillosa experiencia de estos días. Justamente en estos días tristes de la enfermedad y muerte del Papa esto se ha manifestado de manera maravillosa ante nuestros ojos: la Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven. Lleva en sí el futuro del mundo y por tanto muestra también a cada uno de nosotros  el camino hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: nosotros experimentamos el gozo que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva- ella vive, porque Cristo vive porque verdaderamente él ha resucitado… En todos estos días hemos podido, en un sentido profundo, tocar al resucitado.” (Ib.)

Ocho años después, tras la experiencia de haber echado las redes en un mar particularmente borrascoso y cuyo oleaje puede desconcertar y asustar, hemos escuchado nuevamente su palabra llena de fe: “Toda la Iglesia ha experimentado lo mismo que Pedro con los Apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos regala tantos días de sol y de brisa suave, días de pesca abundante y también momentos en los cuales las aguas eran agitadas e el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Sin embargo, siempre he sabido que en aquella barca está el Señor, y he sabido siempre que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya, y el Señor no la deja hundir. Él es quien la conduce, por cierto por medios de los hombres que Él escoge, porque así lo ha querido. Esta ha sido y es la certeza que nada puede oscurecer.”(27.2.2013).

Bendito el hombre que confía en el Señor…

+La promesa de Jesús a Pedro contiene una verdad que dos mil años de historia, de luz o de oscuridad, no han desmentido: “sobre esta piedra yo construiré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán.”(Mt.16, 18).
“Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, sobre todo en los momentos difíciles. Jamás perdamos esta visión de fe, que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo. Dios quiere hacer crecer a la Iglesia”. No olvidemos: “Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, sobre todo en los momentos difíciles”.

Su segunda Encíclica, ‘Spe Salvi’, termina con una oración a la Virgen María, contemplada a los pies de la Cruz: Dice: “Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre de una manera nueva: madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora, la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la anunciación: ‘No temas María’…  ¡Cuantas veces, Señor, tu Hijo dijo a  sus discípulos: ‘no temáis’… A sus discípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo: “Tened valor: Yo he vencido al mundo.” (Jn 16,33). “No tiemble vuestro corazón…”. Enséñanos a creer, esperar y amar…, indícanos el camino hacia el reino…, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.”(SS 50). La invocamos por el Papa, por toda la Iglesia y por la humanidad.

Junto a la misión de ser ‘piedra’, Jesús confió a Pedro la tarea de “confirmar en la fe a los hermanos.” (Lc 22,32). Con afecto fraterno y con gratitud filial le decimos a Benedicto XVI: gracias por confirmarnos en la fe a lo largo de todos estos años.

Por la materna intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen,  oramos por el Papa a quien el Señor ha confiado el cuidado de la unidad de la Iglesia en torno a Jesucristo.  Le agradecemos su servicio eclesial, y su cercanía a Chile, manifestada en tantas ocasiones. Lo ha hecho con tanta fe, sabiduría y amor. De verdad, es “bello ser cristiano”.
         +Pidamos también por toda la Iglesia que comienza a vivir un peculiar momento de su caminar. El Espíritu Santo ilumine a quienes tiene la grave responsabilidad de discernir y elegir a quien deberá ser “piedra” y “confirmar la fe de los hermanos”.
Amén.



Fuente:Comunicaciones Santiago


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